sábado, 4 de julio de 2009

El valor del sufrimiento...


Existen muchas reflexiones acerca del valor y significado del sufrimiento...y hoy especialemente ricordè esta enseñanza que nos dejò como un hermoso legado nuestro eterno Papa Juan Pablo II...son tan solo unos fragmentos...pero contienen esencialemente el valor de ofrecer nuestro sufrimiento no solo por un bien propio sino para el bien de muchas personas...esta enseñanza es un aliento esperanzador para aprender aceptar el sufrimiento no como algo negativo sino para un gran fin...la salvacione de muchas almas y lograr vivir en un mundo mejore...asi como siempre lo quizo y por lo que trabajo incansablemente Juan Pablo II...ofreciendo su sufrimiento en pro de la humanidade...aqui les comparto este escrito hecho por el Card. Saraiva Martins.
El sufrimiento en la enseñanza del Santo Padre: «Salvifici doloris»
En la introducción de la carta apostólica, el Santo Padre recuerda a todos las sorprendentes palabras de San Pablo a los Colosenses: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). Las tribulaciones de Cristo, hombre-Dios, de valor infinito, no necesitan otros sufrimientos para salvar, pues constituyen la única causa de salvación para todos. El poder ilimitado de sus sufrimientos confiere lo que falta a las tribulaciones de todo hombre que sufre. Sin embargo, es necesario aprovechar los dones que produce la cruz de Cristo.

Jesús, por decirlo así, ha preparado un banquete, en el que no falta ningún manjar; lo único que falta es que cada uno ocupe su lugar en la mesa y consuma los manjares preparados también para él. El convidado, ataviado con los sufrimientos que Dios mismo da a cada uno como vestido, completa la mesa.
Cristo salva por medio de la muerte de su cuerpo de carne; el hombre es salvado y ayuda a salvar con las tribulaciones de Cristo, el cual ofrece a cada uno el don de sufrir como él y con él, a fin de seguir salvando en él, también mediante el sufrimiento de su propia carne.

Los sufrimientos del cristiano, vividos juntamente con las tribulaciones de Cristo, permiten donar los beneficios de Cristo a su Cuerpo místico. Así pues, la Iglesia no sólo es el Cuerpo de Cristo salvado por los sufrimientos del hombre-Dios; también es su Cuerpo místico, que sigue salvando al mundo mediante los sufrimientos de sus miembros. Estos completan así, por vocación recibida del Señor, las tribulaciones de Cristo.
En este sentido, la redención de Jesús, realizada de forma completa «en virtud de su amor satisfactorio, permanece constantemente abierta a todo amor que se manifiesta en el sufrimiento humano»
.

En la dimensión del amor, la redención, ya realizada plenamente, en cierto sentido se realiza constantemente.
Impresionan profundamente las palabras del Santo Padre sobre el valor del sufrimiento, cuando afirma que «parece que forma parte de la esencia misma del sufrimiento redentor de Cristo el hecho de que haya de ser completado sin cesar»
. De este modo, «cada sufrimiento humano, en virtud de la unión en el amor con Cristo, completa el sufrimiento de Cristo. Lo completa como la Iglesia completa la obra redentora de Cristo».
El sufrimiento y el rosario
Al final del año 2003, dedicado por el Santo Padre al rezo del rosario, tan grato a María, no podemos por menos de recordar que el rosario constituye el equipo indispensable de quien quiere aprender «el sentido del dolor salvífico». En Oristano, el 18 de octubre de 1985, el Papa afirmó: «Os exhorto vivamente a vosotros, los enfermos, a rezar cada día el santo rosario a la Virgen.

Puesto que la salud es un bien, que forma parte del proyecto primitivo de la creación, rezar el rosario por los enfermos y con los enfermos, a fin de que puedan curarse o al menos lograr alivio a sus males, es una obra exquisitamente humana y cristiana. Y cuando la enfermedad dura y el sufrimiento permanece, el rosario nos recuerda también que la redención de la humanidad se realiza por medio de la cruz.
Vale más el sufrimiento silencioso y escondido de un enfermo, que el ruido de muchas discusiones y protestas...

Y este es también el mensaje confiado por la Virgen de Fátima a los tres jovencitos: el sufrimiento y el rosario por la Iglesia y por los pecadores»
. Los sencillos, incluso los niños como los beatos Francisco y Jacinta Marto, han sido invitados «a ofrecer los terribles dolores que los afligen con espíritu de penitencia por la conversión de los pecadores». A través del rosario, el cristiano entra en la escuela de María, gran maestra por lo que respecta a la cátedra de la cruz:

«La Virgen de los Dolores, de pie al lado de la cruz, con la silenciosa elocuencia del ejemplo, nos habla del significado del sufrimiento en el plan divino de la redención. Ella fue la primera que supo y quiso participar en el misterio salvífico "asociándose con corazón de Madre al sacrificio de Cristo, uniéndose a él, llena de amor, y dando su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima" (cf.
Lumen gentium, 58). Íntimamente enriquecida por esta inefable experiencia, se acerca al que sufre, lo toma de la mano, lo invita a subir con ella al Calvario y a estar de pie ante Cristo crucificado»
.
Por tanto, el rosario, el sufrimiento y la inocencia se convierten en términos constantemente presentes en las biografías de los enamorados de Dios y en la solicitud pastoral del Papa. El mismo san Pío de Pietrelcina, a quien el Santo Padre quiso canonizar personalmente el 16 de junio de 2002, amó profundamente el rosario, tan grato a María. A un periodista de «Sorella Radio» -transmisión radiofónica de hace algún tiempo en Italia- le prometió rezar cada día el rosario por todos los enfermos del mundo.

En continuidad con el mensaje de Fátima, San Pío de Pietrelcina ofreció al Señor todo su ser, todo lo que tenía, por la salvación de numerosos pecadores, viviendo en plenitud una misión que parece tener muchos puntos de contacto con las apariciones a los tres pastorcitos portugueses.
Jesús, después de sufrir por la redención de todos, donó una Madre a los hombres para educarlos en la escuela del evangelio del sufrimiento, y ofreció al mundo el rosario para confortar a los que sufren y salvar a las almas necesitadas. También nos señaló a San Pío de Pietrelcina, siervo sufriente, y a los santos, como el camino para unirnos a su obra de salvación. Y regaló a la Iglesia y al mundo la enseñanza y el testimonio del Vicario de Cristo, del enamorado de Dios, del propagador del evangelio del sufrimiento.




Oracione.

Amantissimo Padre celestiale. Tu quieres que te demos grazie por todo... que no le temamos a nada solo a perderte a Ti. nos pides que abandonemos toda nuestra ansiedade. angustia y sufrimiento en Ti. sabiendo que cuidaras de nosotros.
Ayudanos Dios mio. Te rogamos que los temores de esta vida... y en especiale en los tiempos dificiles que pasemos... nos resguarden la luz de tu amore eterno el cual nos mostraste en tu Hijo Jesucristo. nuestro Señore.El es nuestra esperanza. Amen.